La implementación del neoliberalismo en México, junto con la crisis económica de 1994, ha propiciado que un sector cada vez mayor de la población viva en condiciones de pobreza o bien de extrema pobreza.
Este hecho implica que alrededor de 50 millones de mexicanos vean casi nulificadas sus opciones de desarrollo, al no tener pleno acceso a los mínimos de bienestar —alimentación, empleo, salud, educación y vivienda.
Evidentemente, esta exclusión no se circunscribe al ámbito económico, sino también al social y político, es decir al cultural. De esta manera, el problema de la marginación asume un carácter global en el que a pesar de las drásticas condiciones de vida, los individuos han desarrollado mecanismos de sobrevivencia y de resistencia.