Mundos Rurales

Mundos Rurales

Esta obra da cuenta de las experiencias que los autores han vivido en cuatro estados de la República mexicana: Baja California Sur, Chiapas, Morelos y Veracruz. Estas experiencias muestran, por un lado, las vivencias de los pueblos frente a diversos intentos de despojo de recursos: minerales, agua, mar, bosques, actividades agrícolas por parte del capital y del avance de lo que este sistema plantea como modernidad; y por otro lado, las respuestas y la resistencia ante estos procesos de despojo en la defensa de su cultura y vida.

Las aproximaciones metodológicas se llevan a cabo desde perspectivas diferentes, si bien en los cuatro trabajos se abordan las respuestas y repercusiones locales a procesos globales; en los estudios de Baja California y Chiapas, que se presentan primero, encontraremos como eje de análisis la participación de actores globales; en los otros dos: Morelos y Veracruz, se hace énfasis en los procesos comunitarios ubicados en escenarios con determinantes globales.

En los cuatro capítulos se muestra que los pueblos disputan, por medio de múltiples estrategias, los territorios en un sentido amplio, con todos sus componentes: tierra, agua, plantas, semillas, etcétera, desde acepciones cotidianas, históricas, identitarias, forjadoras de arraigo, de vida. Porque ciertamente se quiere seguir viviendo, y desde el campo mexicano poder vivir bajo los preceptos campesinos, comunitarios, pueblerinos, con todo y sus cambios y paradojas, a contracorriente quizá, de las visiones de modernidad, del gran negocio del capital, de las grandes tendencias de privatización y despojo desde la globalización y sus trasnacionales, así como de cualquier política subordinada a los mandatos hegemónicos.

Los trabajos que integran esta obra, perteneciente a la colección Mundos Rurales, dan cuenta de la ampliación del campo de estudio de lo rural. Dicha ampliación no sólo es temática, sino conceptual, incluso metodológica, lo que sugiere que este ámbito de conocimiento se encuentra en una fase de maduración, es decir, que las discusiones, los debates y los cursos de posgrado abren interrogantes que sólo pueden ser trabajados sobre el terreno, en un nivel micro. Si bien eso obliga a echar mano de referentes teóricos ya establecidos, al ponerlos en contacto con la realidad no siempre se llega a una concordancia plena, sino que de forma inevitable quedan dudas, incluso, de su pertinencia. En todo caso, en un campo tan interdisciplinario como éste, es saludable la posibilidad de debatir con esas posturas teóricas y, al mismo tiempo, hacer un esfuerzo por elaborar reflexiones más apegadas a los actores rurales.

Llegué a La Montaña de Guerrero en 2004 para colaborar con el equipo del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan1, organización con más de 10 años de experiencia en la defensa, promoción y difusión de los derechos humanos entre los pueblos indígenas de la región. Fue en 2007, en medio de tantos casos cotidianos con los que trabajábamos los asesores jurídicos, que se presentó la oportunidad de orientar y acompañar el proceso de lucha de una comunidad indígena na savi llamada Mini Numa. La cual, como otras tantas, padecía las consecuencias de la flagrante violación a sus derechos humanos. En este caso, se trataba de varias muertes de niños, personas adultas y mujeres en el embarazo o el parto, ocasionadas por la falta de atención médica para curar enfermedades y padecimientos de la pobreza.

En Tlachinollan era común recibir solicitudes de apoyo porque las comunidades carecían de servicios básicos –no había maestro ni doctor, no había caminos, agua, luz, escuela, clínica–, porque las lluvias o el viento se habían llevado parte de sus casas y la gente tenía que vivir a la intemperie, porque el suelo se abría y las casas se derrumbaban, y porque todas estas necesidades se hallaban sin respuesta o atención gubernamental. En éstas y otras situaciones estaba Tlachinollan para gestionar, dialogar y demandar a las autoridades su pronta intervención. Si las primeras acciones no generaban algún resultado favorable a la prevalencia de los derechos colectivos de las comunidades, entonces se promovía la denuncia pública, se hacía evidente la omisión del gobierno o se interponían diversos recursos jurídicos. También se generaba presión social con el apoyo de una red de actores nacionales e internacionales para exigir el cumplimiento de los derechos colectivos de los pueblos.

En los trabajos que integran esta obra se reflexiona sobre el territorio, entendido como espacio de poder, disputa, conflictividad, cooperación y negociación entre los diversos actores sociales que buscan imponer o defender proyectos de desarrollo, principalmente en ámbitos rurales y rururbanos, que se transforman al influjo de los procesos de la globalización y la reestructuración capitalista en su expresión neoliberal. Este es el eje articulador para el estudio de diversos temas y problemas en cuatro países de América Latina: la autonomía y el papel de los movimientos sociales indígenas, la resistencia de los pueblos originarios en espacios urbano-rurales y las estrategias de las comunidades ante el riesgo, en México, así como la institucionalidad para lograr la gestión del agua en una provincia de Argentina y la reconfiguración territorial que genera la consolidación de modelos de producción agroempresaria! vinculados a cultivos como la soja en Paraguay, Argentina y Uruguay.

Las radicales transformaciones que se viven a lo largo de la región latinoamericana y los profundos y complejos impactos que éstas significan a nivel ambiental, tecnológico-productivo, económico, social, cultural y político deben ser investigadas, reflexionadas y debatidas. Este volumen de la serie Mundos rurales aporta elementos importantes para avanzar en estos objetivos.

Las faenas comunitarias investigadas en el presente trabajo reflejan y se refieren a las experiencias vividas durante la limpieza del caño del agua de riego que viene desde los linderos del pueblo de San Jerónimo Amanalco (lugar donde nace el agua), llegando al depósito conocido popularmente como “La lagunilla”, situado por atrás del cerro de la Virgen. Pero, también, registran las vivencias de otras faenas menores realizadas dentro del pueblo, eventualmente, para resolver problemas de interés común.

Lo que acontece, en realidad, en contextos sociales como el del pueblo de San Miguel Tlaixpan, municipio de Texcoco, Estado de México, que sufren la repentina dialéctica ciudad frente a campo —en este caso, al iniciarse el siglo XXI— es que, en su lentísima metamorfosis hacia el grado de ciudad, tienen que atravesar por un perverso y doloroso purgatorio. Es decir, cualquier poblado rural se convierte en una zona intermedia de larga duración, definida por Raymond Williams como “suburbio, ciudad-dormitorio, “favela””. En una palabra, y a nivel de historia universal, “La Revolución Industrial —continúa diciéndonos el autor antes citado— no transformó apenas la ciudad y el campo: ella se basó en un capitalismo agrario altamente desarrollado, habiendo ocurrido muy pronto el desaparecimiento del campesinado tradicional”

Veracruz está localizado en la región costera del Golfo de México. Su extensión es amplia y también lo es la diversidad biológica, social, étnica, económica y productiva que en él se encuentra. El estudio “El proceso migratorio en Los Tuxtlas: remesas y reacomodos en los grupos domésticos de dos comunidades campesinas del municipio de Catemaco” se ubica en la zona costera del sur del estado, particularmente en la región conocida como Los Tuxtlas.

Esta es una región singular por su biodiversidad, misma que ha tenido reconocimiento con la formación de la reserva de la biósfera de Los Tuxtlas, cuya porción norte se integra por los municipios de San Andrés Tuxtla, Santiago Tuxtla, Catemaco, Ángel R. Cabada y Hueyapan de Ocampo. Una de las particularidades de esta región es que en la orografía de la costa del golfo, dominada por la planicie costera, emerge una cadena montañosa de origen volcánica en la que resalta el volcán San Martín Tuxtla.

Este documento es una síntesis de la tesis presentada en diciembre de 2013 para obtener el grado de doctor en desarrollo rural por la UAM Xochimilco (Gómez, 2013a), dirigida por Luciano Concheiro. La investigación fue motivada por un problema muy complejo: la falta de reconocimiento, por gran parte de las instituciones de desarrollo rural, de la existencia y viabilidad de los milperos tradicionales como sujetos sociales.

A diferencia de los cafetaleros, los horticultores, los pescadores, los ganaderos y otros productores rurales; los milperos están ausentes en gran parte de los estudios rurales. Esta situación se sintetiza en el nudo problemático del estudio: maíz-milpa-milperos. Para los campesinos de Mesoamérica es difícil disociar estos tres conceptos; sin embargo, las instituciones del desarrollo, incluyendo las ciencias biológicas y las sociales, dan un tratamiento diferenciado al maíz, a la milpa y al sujeto social que hace posible este sistema agrícola.

La conservación de los recursos naturales, a partir del siglo XXI, se convirtió en un tema vital para la sobrevivencia de la especie humana; la explotación desmedida producto de una lógica capitalista depredadora, que sólo busca la ganancia sin pensar en el futuro, condujo a una situación de crisis mundial, en la que puede desaparecer la vida en el planeta y desde luego la especie humana, no es un escenario que se toma de la ciencia ficción sino de una verdadera posibilidad. La crisis por escasez de agua y el cambio climático como consecuencia de la emisión excesiva de gases invernadero, ya es una realidad; la extinción de especies y la pérdida de biodiversidad avanza cada día. La desigualdad social impacta, antes que a otro grupo, a los humanos en situación de pobreza a padecer la escasez de agua y contaminación, pero una crisis planetaria afectaría a todos los habitantes de la Tierra.

Esta situación podría contrarrestarse con el uso de tecnologías adecuadas y sustentables, así como con la valoración y reconocimiento de los saberes locales y ancestrales que guardan muchas comunidades humanas que han vivido en territorios con recursos naturales desde hace siglos. El infortunio es que la imposición de proyectos “desde arriba”, ajenos a la realidad de estos actores sociales, muchas veces conduce a que estos conocimientos no se apliquen ni valoren y se impongan medidas excluyentes a los habitantes de países megadiversos del planeta. México es uno de los países con mayor diversidad biológica. A partir de la Cumbre de Rio de Janeiro de 1992, la conservación de la biodiversidad y los recursos naturales se volvieron parte indiscutible de la agenda ambiental de los organismos internacionales.

La violencia parece haber cubierto el territorio nacional, abundan hechos y acciones del crimen organizado y del mismo Estado a través de los cuerpos policiacos, el ejército y la marina. La impunidad aparece como otra forma de violencia, no sólo para impedir el esclarecimiento y la justicia, sino para silenciar, ocultar o invisibilizar el terror y el horror que se siembra cotidianamente entre los ciudadanos. Se ha vuelto cosa de todos los días la persecución, la desaparición forzada o la matanza “justificada” o disfrazada de enfrentamiento contra “el crimen organizado”; también es cotidiana la criminalización de aquellos que alzan su voz contra la discriminación, la cancelación del futuro, la pobreza, la exclusión.

El caso de los estudiantes asesinados y de los desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa no es un hecho aislado sino parte de un cúmulo de acciones que, por su crudeza y arbitrariedad, agravian en lo más profundo a la ciudadanía, a las comunidades rurales y a la sociedad entera. La matanza de 22 presuntos delincuentes el 30 de junio de 2014 en Tlatlaya, Estado de México, presentada falsamente como “enfrentamiento” entre el ejército y el crimen organizado; la persecución y el asesinato de 6 personas y la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, ilustran la violencia y el abuso de poder, el desprecio por la legalidad y por la vida y la seguridad de que en México se puede hacer lo que sea impunemente. Pero también muestran que la sociedad puede organizarse, levantarse y exigir verdad, justicia, respeto al Estado de derecho y alto a la impunidad.

En un país como el nuestro, donde la muerte por violencia y la desaparición forzada equiparan a México con los países que ahora mismo viven una cruenta guerra declarada; donde la desigualdad social coloca a más del 70% de la población campesina bajo la línea de pobreza; donde la migración en tiempos de Trump –más arriesgada, costosa y difícil– ha sido el paliativo principal a los precarios ingresos rurales a costa del “vaciamiento”, “desjuvenización” y feminización del campo; en un país donde las mujeres rurales están asumiendo triples jornadas pero no necesariamente tienen más reconocimiento y derecho a participar en la toma de decisiones… Aquí, donde poco se cumplen o definitivamente se incumplen los derechos y libertades que consagra la Constitución y que debiera garantizar el Estado y sus instituciones; donde la lucha por el “sufragio efectivo” con que inició la Revolución de 1910 es aún una batalla con escasas victorias; donde se canjean recursos asistenciales por votos y lealtades políticas; donde se “moderniza” la compra de votos con “tarjetas” de débito sin que ninguna autoridad sancione delitos o fraudes electorales. En un país como el nuestro, donde hoy campea la violencia estructural y la delincuencia organizada en contubernio con gobernantes, funcionarios y políticos; donde la Guerra contra el narcotráfico ha dejado más de cien mil muertes y violentado derechos humanos que escandalizan a instancias nacionales e internacionales…

En este país donde las mujeres rurales, no sólo padecen todas las violencias, sino una “democracia de muy, muy baja intensidad” –como la llama Martha Figueroa, abogada feminista e integrante de la RedPAR– que las instituciones públicas, partidos políticos, organizaciones sociales y comunidades indígenas y mestizas del medio rural ubican como ciudadanas de quinta categoría.

Es importante destacar que abordar el tema de la presente investigación, es decir, el tema “Milpa Alta”: su identidad, cultura y territorio, no ha sido producto de una casualidad, sino más bien de una causalidad. Y es que en primer lugar, quien esto escribe es originario de dicha comunidad, específicamente de Villa Milpa Alta, cabecera delegacional y poblado que conforma también parte de la comunidad indígena de Milpa Alta. En segundo lugar, formo parte de una agrupación en cuya evolución durante los últimos doce años, ha trabajado en la investigación, preservación y difusión del patrimonio natural y cultural de Milpa Alta.

Son, pues, estas dos perspectivas a partir de las cuales observo, escribo y desarrollo la presente investigación. Y desde las que actúo como originario y como miembro de un grupo que aborda temas relativos a la ruralidad y las expresiones culturales de su gente.2 Por lo anterior, es importante señalar que mi subjetividad en la presente investigación resultará evidente, y también en ese sentido me asumo como parte de los actores sociales tal como describe Gisela Landázuri (2008), y que está, junto con la agrupación, en la búsqueda y proceso de consolidación de la participación social para desarrollar los mecanismos que expresen las capacidades, aptitudes y potencialidades no sólo para elegir, sino también para diseñar, administrar, evaluar, en fin, construir procesos de auto transformación, o si se quiere conservar el concepto de desarrollo, hablemos de éste como cambio emancipador.

Este libro recoge los trabajos de estudiantes e investigadores relacionados durante varios años con los habitantes de la región triqui baja y con los migrantes originarios de la región de Cópala. Su objetivo es recuperar la experiencia y la voz de los triquis dando particular relevancia a los testimonios de los migrantes.

En estas páginas se expone la violencia política que ha desgarrado durante décadas la región de Cópala y la problemática política que surge de los recurrentes proceso de expulsión de sus poblaciones; los distintos ciclos de violencia política que dieron lugar a las oleadas de emigración hacia las ciudades, al noroeste de México y a Estados Unidos; los circuitos migratorios de la Triqui Baja hacia el noroeste de México, en particular a los estados de Sonora y Baja California, así como las formas de movilización y organización de los triquis en esos estados; el proceso de asentamiento de los triquis en el Valle de San Quintín; la violencia sufrida y narrada por mujeres triquis que emigraron al Distrito Federal y a la ciudad de Oaxaca y las vivencias originadas por el racismo, la discriminación y la profunda injusticia social que privan tanto en la región de origen como en las ciudades de destino; las condiciones de asentamiento y trabajo de los triquis en la Ciudad de México y de los que migraron a Estados Unidos y retornaron después a Cópala, y, en fin, las transformaciones políticas y culturales que viven los migrantes triquis en Estados Unidos.

A través de la experiencia migratoria de distintas generaciones de hombres y mujeres triquis y de las luchas por la defensa de sus derechos, este pueblo indígena ha logrado reconstituir a pesar de la dispersión su tejido comunitario, sus tradiciones y sus formas organizativas.

La feminización del campo y de las economías locales, provocada principalmente por los movimientos migratorios de miles de campesinos, obligó a las sociedades modernas de fines del siglo XX y principios del XXI a volver la mirada hacia las mujeres rurales. Su presencia, participación y luchas organizativas, junto con las de otras mujeres en otros ámbitos de la sociedad, lograron –después de muchos esfuerzos– que fueran contempladas en las estadísticas demográficas, los programas sociales y las políticas públicas. Se ha realizado un arduo trabajo con perspectiva de género por parte del movimiento feminista, académicas, legisladoras, sociedad civil y de las propias organizaciones de mujeres rurales e indígenas para ser visibilizadas.

Sin embargo, todavía falta mucho por hacer, pues las mujeres rurales e indígenas siguen siendo discriminadas, y sus necesidades, demandas y propuestas no son escuchadas. Muchos programas gubernamentales y políticas dirigidas a las mujeres siguen siendo de corte asistencialista: las han utilizado como mano de obra para los servicios comunitarios, como administradoras y responsables de la educación y la salud de sus familias; sobrecargándolas de trabajo y condicionándoles los recursos. Siguen sin contemplar las necesidades estratégicas de las mujeres, sus propuestas y los complejos contextos en los que viven.

La presente investigación se sitúa en el ámbito de la educación escolarizada indígena en México, con el objetivo de analizar el impacto de un proyecto de educación alternativa en la construcción de las identidades de los niños de una comunidad indígena.

Presento una reflexión en torno a la manera en la que el modelo educativo de la Escuela para la Vida, desarrollado por profesores del pueblo amuzgo del municipio de Xochistlahuaca, en la Costa Chica de Guerrero, impacta en la construcción y valoración de identidades entre los niños de esta comunidad. Para esto, llevé a cabo trabajo de campo comparativo en dos escuelas de la comunidad, durante 20 meses, para identificar la manera en la que los niños de la Escuela para la Vida construyen sus identidades, así como la relación de estos procesos con el modelo pedagógico y las prácticas en el aula.

Hace algunas décadas la cultura aún era un tema estudiado fundamentalmente por la antropología o la etnología, sin embargo, desde la década de 1980 buena parte de las disciplinas sociales como la sociología, la ciencia política y la historia se han acercado a la cultura con distintas preguntas y desde perspectivas diversas. Los textos publicados en este libro son artículos de egresados de la maestría y el doctorado en desarrollo rural, de la UAM- Xochimilco, quienes abordas distintos aspectos de la dimensión cultural de los procesos de transformación en el mundo rural.

Los trabajos son capítulos o resúmenes de tesis seleccionadas debido a sus aportes a la discusión de los procesos de desarrollo rural. Hoy es claro que todo proceso social tiene una dimensión cultural, y su exploración ha derivado en el desarrollo de perspectivas teóricas y metodológicas. De inicio, debemos decir que las expresiones culturales pueden entenderse como un elemento de orienta las prácticas sociales y sus transformaciones, puede ser un motor de cambio, un  factor que modela las expectativas, interese y modos de acción. Influye, definitivamente en la estructuración y transformación del mundo social. El énfasis del  posgrado es justamente el tema de las transformaciones sociales, de la construcción del desarrollo pensando desde los sujetos o actores sociales.

¿Qué pasa con las mujeres indígenas cuando migran de sus comunidades a una ciudad? Las tres autoras de este libro buscan responder a esta pregunta y, poniendo énfasis en distintas aristas, analizan cómo son tratadas las mujeres indígenas en las sociedades urbanas y qué desafíos enfrentan en un contexto distinto al de la comunidad. Exploran en qué sentido se modifican las identidades construidas en el seno cultural de un pueblo originario cuando viven una experiencia migratoria. Identifican qué permanece y qué cambia con la itinerancia, qué sufrimientos y alegrías surgen, qué retos y oportunidades les depara su incursión en nuevos espacios. Las tres autoras profundizan el análisis del vínculo que las mujeres indígenas establecen con diversas culturas y grupos sociales, la relación con el mundo laboral, con el mercado y con nuevas tecnologías de información y comunicación; y todas descubren las nuevas experiencias e imaginarios de las mujeres indígenas que mudan del campo a la ciudad.

Ainara Arrieta Arcilla, Amaranta Cornejo Hernández y Bárbara Schütz, egresadas del Posgrado en Desarrollo Rural de la UAM-Xochimilco, presentan la parte medular de sus investigaciones de tesis de maestría. Cada estudio implicó la interacción de las autoras con mujeres indígenas, ñähñús de Querétaro y tsotsiles de Chiapas cuyas vidas se han apartado de la trayectoria femenina previsible en sus comunidades, donde tal vez habrían sido trabajadoras agrícolas con escaso reconocimiento, jóvenes esposas, madres y amas de casa sujetas a la autoridad masculina, mujeres resignadas a su “destino”, pero sus pasos siguieron otros caminos y empezaron a inventar nuevos destinos desde la Ciudad de México y en San Cristóbal de las Casas, respectivamente.

La conservación de los recursos naturales, a partir del siglo XXI, se convirtió en un tema vital para la sobrevivencia de la especie humana; la explotación desmedida producto de una lógica capitalista depredadora, que sólo busca la ganancia sin pensar en el futuro, condujo a una situación de crisis mundial, en la que puede desaparecer la vida en el planeta y desde luego la especie humana, no es un escenario que se toma de la ciencia ficción sino de una verdadera posibilidad. La crisis por escasez de agua y el cambio climático como consecuencia de la emisión excesiva de gases invernadero, ya es una realidad; la extinción de especies y la pérdida de biodiversidad avanza cada día. La desigualdad social impacta, antes que a otro grupo, a los humanos en situación de pobreza a padecer la escasez de agua y contaminación, pero una crisis planetaria afectaría a todos los habitantes de la Tierra.

 

El presente volumen de la serie Mundos rurales aborda el problema, por demás vigente, de los usos, disputas y manejo de los recursos naturales por las comunidades y actores sociales, a partir de cinco experiencias. Dos proyectos ecoturísticos que han avanzado con dificultades, un exitoso parque ejidal en la Ciudad de México, y otro en la hermosa costa de Oaxaca, en una playa de desove de la tortuga, en peligro de extinción, el cual ha significado un duro aprendizaje para los pobladores del lugar. Los otros tres casos comprenden la disputa de los bosques de La Magdalena Contreras para establecer asentamientos irregulares, las variedades de maíz de los productores de Milpa Alta, y el manejo del agua en una comunidad del estado de Morelos. En estos estudios, diversos e interesantes, la pregunta es transversal:¿será posible llegar aun manejo sustentable de los recursos naturales, que permita transitar hacia una sociedad rural más justa y equitativa, con base en la participación y organización de los legítimos dueños de estos recursos y la capacidad de enfrentar las amenazas externas?

Mundos Rurales tiene como propósito dar a conocer los resultados de investigación de los estudiantes, recién egresados y graduados del Posgrado en Desarrollo Rural, así como contribuir a la reflexión y búsqueda de alternativas para el desarrollo en el campo a partir del análisis de experiencias locales y regionales.

Este número que inaugura la colección reúne trabajos relacionados con la cultura de la producción campesina, desde cuya perspectiva se analizan cinco experiencias organizativas generadas de actividades como la apicultura, la pesca y la cafeticultura, y de procesos en torno a la educación y la salud, así como de la migración y el uso social de las remesas.

Las experiencias se desarrollan en comunidades de los estados de Tabasco, Durango, Chiapas, Nayarit e Hidalgo, y representan una muestra de las diversas alternativas construidas por la población campesina a partir de sus recursos, conocimientos y capacidad de resistencia y organización.

Los trabajos ponen a la vista los esfuerzos del mundo rural para salir adelante, no obstante la situación adversa que éste enfrenta como resultado de la ausencia de políticas públicas adecuadas y favorables para el mejoramiento de sus condiciones de vida.

Los trabajos que integran el presente volumen de Mundos Rurales abordan, desde diversos ámbitos y procesos, las transformaciones del campo mexicano y las estrategias que adoptan los actores sociales en sus respectivos espacios de acción: el espacio local y doméstico, y el espacio laboral, marcados por la búsqueda de fuentes de ingreso para paliar la debilidad económica de las unidades campesinas que, al influjo de la "multiactividad" y manteniendo la lógica campesina de producción, recurren a la migración regional, nacional o internacional como estrategia de reproducción social.

El hilo conductor de los trabajos es mostrar y comprender las mutaciones del mundo rural sintetizadas bajo la noción de Nueva Ruralidad. Como se puede desprender de su lectura, la realidad es mucho más rica y dinámica que las categorías conceptuales, toda vez que los procesos a los que hacen referencia están determinados por una densidad histórica que pauta la relación campo-ciudad y, sobre todo, por la memoria y la cultura de los actores, quienes al buscar estrategias de vida encuentran en su identidad y en su territorio la guía que orienta sus proyectos de desarrollo personal, familiar y comunitario.

Las investigaciones que aquí se presentan, en su momento tesis para obtener el grado de Maestría en Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, mantienen la frescura de la investigación de campo que, en no pocas ocasiones, está signada por el compromiso directo de trabajo con los actores sociales.

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