La forma que históricamente asumió la industrialización en América Latina fue la de sustitución de importaciones, la cual se caracterizó por la producción de bienes de consumo generalizado, en una primera etapa, procediendo luego a la sustitución de importaciones de bienes de consumo durable y de algunos bienes intermedios y de capital.
Las particularidades que adoptó este proceso en México, si bien dieron lugar a más de tres décadas de crecimiento sostenido, no permitieron desarrollar ampliamente los vínculos de complementariedad que deberían existir entre un proceso de sustitución de importaciones y el crecimiento de las exportaciones. Esto conformó un patrón de comercio exterior de manufacturas caracterizado por un déficit comercial permanente en el intercambio de productos industriales.
Este déficit fue tradicionalmente financiado por el superávit en el comercio de productos primarios y, crecientemente durante los años setenta, por crédito externo. Los cambios observados desde principios de los ochenta, tanto en los mercados de materias primas como en los mercados financieros internacionales, particularmente la crisis de la deuda externa de 1982, hacen inviable el patrón de crecimiento descrito.
Ante estos problemas de carácter estructural y coyuntural, a partir de 1983, las autoridades económicas adoptaron un esquema de política económica basado, principalmente, en inducir un cambio sustancial en el vector de precios relativos, con base en el cual las empresas toman sus decisiones en materia de producción e inversión. A esto se agregó, a partir de 1985 y con más fuerza desde finales de 1987, un proceso de eliminación del aparato de protección, en el cual se había apoyado el desarrollo industrial desde los cuarenta.
Se esperaba que la devaluación del tipo de cambio real, la caída del salario real y la liberalización comercial producirían una reasignación de los recursos existentes en la economía, así como un uso más eficiente de los mismos, de tal forma que se podría alcanzar una trayectoria de crecimiento consistente con un superávit comercial y con un nuevo equilibrio en la balanza de pagos.