La temperatura social, ha sido con frecuencia alabada cuando no acribillada, sobre todo por plumas extrañas al mundo de la información. Sin embargo, el periodista ha sobrevivido con dignidad a los arrebatos entusiastas o acusadores, siempre obediente a dos de las máximas que inspiran a los hombres de la comunicación desde los primeros volantes informativos: tenacidad y recato como valores inherentes a una profesión que exige a los participantes algo más que devoción: incondicionalidad.
La apuesta al periodismo es una apuesta de manga estrecha, sin ases escondidos que sacar cuando el juego lo demanda, sin posibilidad de huida cuando la responsabilidad aprieta, con desengaños en tromba, con frustraciones gigantes, pero con los suficientes estímulos como para obligar una y otra vez a la zambullida en la noticia sin pensar en profundidades ni marejadas.