Pensar y escribir acerca de la educación –en una publicación que conmemora conjuntamente dos movimientos sociales fundamentales en nuestro país– significa volver la mirada a ésta como praxis, como institución, como proceso social y como utopía. Nos obliga a recuperar la formación de sentido, de anticipación y acción meditada y responsable acerca del lugar y las tareas que las instituciones educativas, y los sujetos que en ella participan, han tenido históricamente, el papel que tienen en la actualidad y el que deberían tener en el futuro.
Evocar las transformaciones “profundas” que suponen los movimientos sociales revolucionarios como los que hoy recordamos, nos lleva a poner en la mesa de discusión problemáticas torales aún no resueltas en torno a la educación. Tanto la independencia como la Revolución expresaron una voluntad de romper con el orden, con el autoritarismo, construyeron utopías, esperanzas que hoy es necesario actualizar.
La reflexión compartida sobre el pasado y el presente, nos obliga a pensar el futuro de la educación en nuestro país. Apelar a la memoria es responsabilizarnos para construir nuevos escenarios, nuevas rutas que retomen el valor de luchar por algunos ideales de transformación que impulsaron las revoluciones centenarias y que hoy por hoy todavía resultan pendientes de resolver: la libertad; la construcción de la identidad nacional, planetaria; la equidad; la igualdad; la justicia social y la educación como bien común al servicio de las mayorías, entre otros.