No es solo el gran número de víctimas de la violencia lo que justificaría un libro como este. Se trata, más bien, de un cambio cualitativo de la concepción misma de la víctima.
Los procesos de victimización, la asignación de la categoría o el estatuto de víctima, así como la significación colectiva de dicho estatuto han cambiado correlativamente a las transformaciones del ejercicio de la violencia en nuestro entorno. Estudiar ahora a las víctimas de la violencia. en un contexto como el del México actual, obliga a afinar la observación sobre la novedad de ciertos fenómenos que no sólo se refieren a las víctimas directas, sino también a transformaciones sutiles en el tejido de las relaciones sociales.
Desde nuestra perspectiva, no hay una esencia de la violencia: la violencia es un hecho mutante, se ejerce con mayor o menor crueldad y daño hacia los sujetos en los que se cierne. Sin embargo, tampoco podemos satanizar la violencia. No hay violencia buena ni mala. Lo violencia se ejerce tanto para mantener la vida como para terminar con ella.
Las violencias de las que se trata aquí, son aquellas que han generado una estela de dolor, de sufrimiento, que han infligido un daño social considerable. Esas violencias se han transformado. Cada vez es mayor el daño físico y psicológico a sus víctimas. Se han convertido en un instrumento político cada vez más utilizado en una red de ocultamientos que intentan producir la desmovilización de la sociedad, el anonadamiento de la resistencia.