En el análisis de los requerimientos estructurales y coyunturales que favorecen el desarrollo socioeconómico de las naciones, la disponibilidad de marcos institucionales ha tomado una importancia creciente para ofrecer resultados de enorme relevancia. Al lado del volumen del ingreso nacional y sus formas de distribución, el peso de la demanda agregada, la disponibilidad y rentabilidad del capital, el horizonte tecnológico de los procesos productivos, la demografía y los años de escolaridad de la Población Económicamente Activa (PEA), el empleo en ramas con oferta y demanda elásticas sobre el total de la ocupación, los mecanismos (exógenos o endógenos) de generación y absorción de conocimientos tecnológicos, las ramas de especialización productiva y exportadora, así como las instituciones –entendidas como reglas del juego–, conforman un requerimiento imprescindible en la búsqueda del desarrollo que, en el ambiente globalizado (no sólo en lo económico), transita por el relevante derrotero de las historias comparadas.
Las instituciones son reglas, formales e informales, mediante las cuales, los agentes se relacionan entre sí y que, fundamentalmente, representan el imperativo de la sociedad sobre el egoísmo individualista y destructivo de los humanos. Su diseño exitoso recoge tradiciones, propósitos colectivos y formas superiores de convivencia pacífica y productiva; y el éxito se hace visible con el establecimiento de una cohesión social incrementada y satisfactoria para los agentes involucrados.