Déficit social de México

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El abultado cuerpo de celebraciones que acompaña al bicentenario del inicio de la Revolución de independencia y al centenario de la Revolución mexicana, y que ha cobijado numerosas expresiones oficiales más entusiastas que reflexivas, abre un espacio significativo para que la participación universitaria tome su sitio en estos actos con los instrumentos que le son propios y fundamentales: la razón y la reflexión. Las universidades públicas, peculiares conciencias críticas de las sociedades a las que pertenecen, y a las que están obligadas a servir, se entregan a la evocación de los hechos históricos estableciendo considerable distancia respecto de irreflexivas emociones patrioteras, que tienden a distorsionar los acontecimientos que se celebran, para aplicarse a la evaluación social, económica y política de los resultados de aquellas gestas extraordinarias.

desde que Agustín de Iturbide declaró que ya nos había hecho libres y a nosotros correspondía la búsqueda de instrumentos que nos hicieran felices, hasta las notables omisiones y fallas oficiales del presente –escoltado por una inquietante crisis que sólo ha sido superada en la imaginación presidencial–, la realidad social del país ha navegado entre la polarización, el adelgazamiento de las formas diversas de cohesión y lo que algunos analistas consideran el mayor problema moral mexicano: la persistente y notable desigualdad, que se cuenta entre las más agudas del planeta y que ha resistido con envidiable firmeza los periódicos esfuerzos de algunos, pocos, gobiernos para mitigarla.

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